sábado, 17 de octubre de 2015

Almanzor

A la tercera va la vencida, este era el tercer año que algunos desde Navamorcuende iban a atacar la subida al Almanzor y este año por fin me apuntaba yo también.

Tenía tantas ganas que convencí a gran parte de la familia: mujer e hijo, hermana y sobrino y al frente de todos el abuelo que con 81 años iba a darnos una lección a todos, una más.

Tuvimos la gran suerte de acompañar al grupo Navatrail, que con su gran sentido del humor, su compañía y su experiencia en montaña hizo inmejorable esta caminata.

Salimos temprano desde la plataforma de Gredos, el grupo es muy variado y aunque el más mayor y el más pequeño son el abuelo y el nieto, son los que menos me preocupan sin duda no tendrán ningún problema, además su objetivo es llegar al refugio, que se supone es un paseo agradable. Aunque nada más lejos de la realidad, mi padre que se ve rodeado de gente "joven" alicatados hasta la cejas con material de alta montaña se viene arriba, como él mismo luego contaba, "es que agacho la cabeza y me pongo a tirar" dicho y hecho.

El camino hasta la laguna es incomodo, no es duro, pero tanta piedra no deja disfrutar del camino y menos si el que va primero es el abuelo con la gorra calada y sin parar de hablar. El grupo se divide y aunque paramos un par de veces para reagruparnos el ritmo marcado ya dividirá al grupo durante el resto de la ruta.


 Mi experiencia en alta montaña tiende a cero y mi ilusión por subir al Almanzor junto con mi hijo se mezcla con el desconocimiento de si lo que quiero hacer es una locura, pero mi experiencia en la vida es algo mejor y me dice que las cosas pasan como tienen que pasar.

Llegamos al refugio y sólo mi sobrino me acompaña al Almanzor, mi hijo está cansado y prefiere esperar, por un lado me siento desilusionado pero entiendo que está cansado.

Dejamos a más de la mitad del grupo y comienza la ascensión,  el camino en seguida desaparece y es todo rocas, pero mi sobrino va como una moto y tengo que darle la charla para que vaya más tranquilo, no lo consigo, no se fija en los hitos y cual cabra montesa desaparece de mi vista, tengo que volver a razonar con él. En la montaña se va en grupo y si eres nuevo mejor detrás de uno que sepa, le obligo a bajar el ritmo y a seguir a Alex.



Realmente no soy consciente, pero se lo está pasando pipa.


Bueno la verdad que creo que nos lo estamos pasando pipa todos, lo que ocurre es que los adolescentes lo demuestran de otra manera.


Seguimos subiendo como motos, tan rápido que sólo 6 aguantamos el ritmo de Miguel, miramos atrás para sorprendernos a nosotros mismos, subiendo a la Portilla del Crampón.



Al llegar a la Portilla tengo una gran sensación de vértigo, he pasado de ir mirando el suelo a darme cuenta de la altura a la que estamos, no estoy tranquilo pero la adrenalina vence mis miedos, giramos a la derecha y comenzamos el ataque final a la cumbre.

En la primera trepada mi sobrino que va delante, se para y me dice "Tito, yo ya no sigo", "Estás seguro?, si así lo quieres haces bien, baja y espera en la Portilla"

Y comienza la trepada y coronar. En la cumbre hay dos montañeros y mientras todo el grupo de Navatrail sube y les fotografío yo apenas puedo dejar de mirar al suelo, el vértigo me invade, pero una vez en la cumbre, hay que hacerse foto, y que mejor que con Alex que es el que tiene la culpa de todo esto. En la foto no se aprecia claramente, pero estoy agarrado a la roca y la sonrisa es falsa, muy falsa, comparad con la cara de tranquilidad de Alex:



Ahora hay que bajar, pufff pero como narices he subido por aquí??? bueno pues poco a poco y asegurando siempre descendemos sin mayor dificultad.



Hay hambre y bajamos veloces al refugio, eso si echando la vista atrás y admirando la belleza del camino recorrido.


Donde nos espera el resto de la expedición, que nos acompaña en el avituallamiento.


Es hora de las fotos a los pies del Almanzor.




La satisfacción del gran día se refleja en la cara de los valientes: