viernes, 17 de diciembre de 2010

Carrera de las Empresas 2010: Recorrido

Dejo un post breve con el recorrido y la altimetría de la Carrera de las Empresas de este año. He grabado la ruta en mapmyrun, y este es el dibujillo resúmen:



PLAN SUB45.
Para acceder a un cajón en la San Silvestre dando la espalda a unos 25.000 esforzados runners (5000 arriba, 5000 abajo)

Kmts. 1-3: La escalada hacia Pza. de Castilla. A 4:50 puede ser más que de sobra, que correr de menos a más siempre es garantía de éxito. Paso por el 3 en 14:30.

Kmts. 3-7: Bajada a calzón quitao en la carrera de 6 km, con un poco más de cabeza para nosotros. A 4:15 se puede hacer con bastante comodidad, que Newton ayuda mucho. Paso por el 7 en 31:30.

Kmts. 7-10: Llano picando para arriba al final. Lo normal es que podamos con este último tramo a 4:25 y crucemos meta en 44:45. Con 15 segundillos de margen.

Confirmo por adelantado que si andamos los 4 por los 45 min. no nos comemos un colín en la clasificación (tomando como referencia la del año pasado), así que id pensando en pasarlo bien y en que sirva para motivarnos de cara a Getafe.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Maratón de San Sebastián 2010

En la oscuridad de la habitación del hotel, horas antes de que suene el despertador, repaso mentalmente el recorrido de la carrera, los tiempos, y me digo por enésima vez que es la última vez que me meto en este lío. El miedo al sufrimiento siempre es peor que el sufrimiento.

Por fin ha amanecido, y las horas previas a la carrera son como las de todas las carreras, pensando que no vas a aparcar a tiempo, que no vas a encontrar un sitio para tomar un café, ni un baño donde departir por última vez con Mr. Roca… finalmente, cuando calientas lo poco que se calienta antes de una maratón y estás ya vestido de faena, con los escasos cuatro grados de las 9 de la mañana, te sientes de alguna forma liberado. Ya solo queda correr, la compleja logística que te autoimpones durante meses de entrenamiento, y especialmente este último fin de semana, ha terminado con éxito. Estoy en el sitio indicado el día indicado, y las piernas y la cabeza quieren correr.

Quedan segundos para salir, un corredor me ayuda a saltarme la valla para colocarme en mi sitio: “no te vayas a desgraciar ahora con todo lo que nos queda”, me dice. Y suena a toda tralla el Highway to Hell de AC/DC. Buenísimo! Qué podría ser más adecuado en este momento. Paso por la salida emocionado.
Hey Momma, look at me
I'm on my way to the promised land
I'm on the highway to hell

No llueve, no hay previsión de mucho viento (algo de las dos cosas nos tocará por el paseo de la concha pero claro, si no no tendría gracia la cosa), nos han regalado la mañana perfecta para correr.

Salgo conservador, no tiene sentido forzar ahora. El plan es claro, no hay cuestas ni subirá mucho la temperatura, el ritmo tiene que ser todo lo constante que se pueda, la referencia son los 4:40 min/km, procurando no bajar jamás de 4:30, vengo muy cortito de series y de carreras y se que no recuperaré bien las alegrías, así que a controlar. Si todo va bien el objetivo son 3h15m.

Los primeros miles cuestan un poco 4:50, 4:43, 4:40… al final de la primera vuelta, la pequeña, de solo 5 kms, ya parece que las piernas cogen el ritmo bueno. En este punto se hace la primera pasada por Anoeta, entras por un lado del estadio, recorres 200 m. por la pista y sales por el otro extremo. Qué grande va a ser estar aquí dentro de tres horas.

En el MAPOMA de 2007 regalaban un librito de Javier Serrano donde se decía que un maratoniano experto puede saber como le va a ir la cosa ya al final de la primera media hora de carrera. Yo no me considero maratoniano experto, ni mucho menos, pero reconozco que de esto sí soy capaz; el año pasado en Vitoria creo que ya en el 5 sabía que no terminaría (retirarme aquel día en el km. 26, recorrer las calles vacías hacia la meta y esperar a David y a Carlos mientras veía llegar corredores, fue la peor experiencia de mi vida como runner), hoy sin embargo las sensaciones son bien diferentes. Me gusta el frío, la gente de Sanse son el mejor público que he visto nunca, y correr en esta ciudad, muy especial para mí, me pone los pelos de punta.

Paso el 10 en 46:25, en línea con lo previsto, incluso un poquito mejor, y descorcho el primer power gel. Esta vez he cambiado la estrategia de avituallamiento, tras mucho leer experiencias de otros corredores, y tomo el primero más pronto. Ya veremos qué tal va. Tras el 10 cruzamos el puente del Kursaal, sobre el Urumea, junto al hoy gris cantábrico, y dejamos el barrio viejo -“lo viejo”- a la derecha. Seguimos por el Boulevard, la calle Hernani, y empezamos a ver la playa por entre los edificios hasta salir al paseo de la Concha. Por aquí empieza a llover un poco y sopla el viento del mar, me refugio en un grupo, detrás de un tío muy grande con uniforme de triatleta, pero al poco para y les dejo para seguir a mi bola, progresando de atrás hacia delante. Correr junto a esta playa con la isla de Santa Clara al fondo (la perla de la concha), es algo que todo corredor debería hacer al menos una vez en la vida.

Con tanta emoción paisajística el ritmo ha subido, ando más ya en 4:30-4:35, pero las sensaciones son inmejorables. Pasamos el túnel que comunica con Ondarreta y entramos en la zona menos turística del recorrido, la avenida de Tolosa nos mete en el Barrio Antíguo y recorremos en una ida y vuelta de 6 kms calles más convencionales, de rotonda en rotonda hasta salir nuevamente a la playa, ya en el 19.

Paso el segundo 10k en 45:23 y poco después la media en 1:36:55. Calculo que me hecho un pequeño colchón, y que para cumplir con las 3:15 me basta con hacer la segunda media en 1:38. A partir de aquí empiezo a notar unos pinchazos extraños en el gemelo derecho, recuerdo una molestia igual a principio de año que casi no me deja correr la media de Getafe. Intento no darle importancia y sigo a lo mío. Un poco antes de Anoeta me uno a un grupo de unos 8 corredores comandados por un tío de azul y otro de negro, sin pensarlo mucho me pongo en cabeza y veo que no puedo dejarles (de hecho me da la impresión de que han acelerado cuando me han visto aparecer por allí). Lo dejo estar y me quedo a medio grupo, que no tengo ninguna prisa.

El segundo paso por Anoeta es apoteósico, salimos en la pantalla grande del estadio a medida que recorremos la pista, la gente aplaude, suena el Sick of Love a toda pastilla y me emociono hasta que casi no soy capaz de respirar.

Entramos en una parte más delicada de la carrera, muchos corredores empiezan a pagar las alegrías del principio y se van quedando atrás con un trote derrotado, miro a mis compañeros de grupo y me parecen todos unos máquinas, creo que soy claramente el gordito del equipo. Más que dejarles, como pretendía al principio, me preocupa que su ritmo sea demasiado para mi dentro de pocos kilómetros. Estamos ya en 4:30, pero el paso es muy regular y de momento les sigo sin esfuerzo.

El recorrido se repite milimétricamente y la mañana mejora, se asoman trozos de cielo azul entre las nubes y a ratos es difícil no venirse arriba y correr más. Km. 28 por Zurriola, segundo y último paso por el puente del Kursaal, tercer gel en la Concha (km 30), todo el pescao está vendido; ahora es el momento de triunfar o de empezar el calvario de la última hora de carrera. Toda maratón empieza aquí.

Seguimos a 4:30 y no puedo dejar de pensar que voy demasiado rápido y lo voy a pagar, es la primera carrera de mi vida que me tiro una hora corriendo al ritmo de un grupo. Muchos corredores ya van salvando los muebles y les pasamos como una apisonadora. Alguno intenta engancharse y corre unos cientos de metros con nosotros pero ninguno consigue quedarse salvo un chaval que lleva uniforme de maratonianos de Cáceres, y una chica que al final será tercera en el campeonato de Guipuzcoa (la veo correr fácil con nosotros a pesar de ser muy bajita, lo que le obliga a llevar una zancada larguísima). Sin embargo se que estas alegrías se pagan siempre al final, la maratón no perdona, y tengo un maquiavélico plan guardado en la manga.

Hace ya rato que he decidido descolgarme en el 30. Llevo bastante tiempo ganado, en el 30 picaré y echaré cuentas, pienso que siguiendo desde ahí a 4:40 aseguraré el final y bajaré holgadamente de las 3h15m previstas. Me encuentro bien, aunque el gemelo molesta cada vez más, y me veo capaz de hacer esos 12 kms a 4:40.

Paso el 30 en 2:16:55 (tercer diezmil en 45:06), siguiendo a partir de aquí a 4:40 llegaría sobre 3:13:30, esa hubiese sido la decisión lógica, aunque por otra parte… ¿cuántas veces vas a correr el maratón más llano de España en un día perfecto, sin aguaceros ni vientos de 40 kms/h?¿Cuántas veces vas a pasar el km. 30 de cualquier maratón sintiéndote tan entero como ahora? Pasa el 30 y no me muevo un milímetro del grupo, 31 y 32 los haremos ligeramente por debajo de 4:30, y en el 33, sin pensarlo en absoluto, casi sin cambiar de ritmo, me abro por la derecha, dejo el grupo y sigo solo hacia adelante.

Aquí ya se empiezan a ver las escenas típicas de todos los maratones, gente caminando, estirando al borde de la carretera, corredores que se animan y se gritan para intentar que aguante un compañero a punto de hundirse… Sin embargo yo corro en una especie de nube, sin ninguna sensación de muro, con la impresión de que queda gasolina para rato en el depósito.

Siempre tiene que haber algo que te estropee la fiesta, y esta vez va a ser el gemelo derecho. En el 34 llevo ya una clara sensación de que en cualquier zancada me puede dar un latigazo y dejarme en la cuneta, intento suavizar un poco el ritmo, pisar distinto, no se qué hacer pero no puedo fastidiar un día como hoy por esto.

El último paso por la Concha es inolvidable, el público es lo mejor que he visto nunca, parece como si todos supiesen lo duros que son estos kilómetros finales, leen el nombre en el dorsal y animan continuamente. Cada minuto paso de la emoción por seguir adelantando corredores (40 o 50 por kilómetro, que los voy contando para motivarme) a la desesperación porque el gemelo parece estar en las últimas. El cielo sobre el mar ya es casi tan azul como blanco, la concha es un cuadro y yo sigo sin rastro de muro. Algo me han echado en los spaghetti de anoche porque esto no es normal.

Sigo en mi ritmo y el estadio ya se ve sobre los edificios desde el km. 40. Paso el último 10k de la carrera en 45:03, cada uno ha sido un poco más rápido que el anterior. He llegado a un pacto de no agresión con el gemelo, que está totalmente agarrotado pero ya no parece ir a darme un latigazo pronto, y los últimos 2 kms. y pico acelero hasta los 4:20, sin atreverme a más.

Va a ser mi primera entrada a meta de una maratón en una pista de atletismo. Mucha gente en las gradas, la megafonía nos llama por nuestros nombres a medida que nos acercamos al arco de meta, me llega suficiente sangre al cerebro como para pensar en hacer una entrada digna (a ver si esta vez no salgo en la foto de llegada picando tiempo o mirando obsesivamente el reloj, que llego hora y pico tarde para batir el record de Gebre).

Llego en 3:11:29, casi sin poder apoyar la pierna derecha, mi segundo mejor tiempo en la distancia y con la satisfacción de haber hecho una carrera sin errores, sacando lo más que he podido de mi estado de forma. La segunda media ha salido en 1:34:32, casi 2 minutos y medio más rápida que la primera!

4 meses y 930 kms. de entrenamiento amortizados en este instante. Camino lentamente junto al césped del campo de fútbol, mirando al estadio, disfrutando de uno de esos momentos únicos en la vida de un modesto runner. Junto a mí hay un chaval apoyado en una de las vallas, llorando en silencio de espaldas a la gente.

Domingo, 5 de diciembre. Ha pasado una semana ya y he vuelto a calzarme las zapatillas para rodar 45 minutillos. Salgo de casa por los pinares de la ladera del Abantos, pisando suavemente la poca nieve que queda en los caminos, hacia mi circuito por los alrededores del pueblo. Los coches vuelven a ser los dueños de la calle, correr es otra vez algo personal, silencioso y anónimo, como la propia vida.