miércoles, 28 de mayo de 2014

Crónica Maratón de Madrid 2014

Durante la última semana antes de la maratón, decidí no volver a correr, la subida de kilometraje semanal había sido ascendente desde la media universitaria y mi cuerpo se resentía, la posibilidad de una lesión asomaba y de ahí la decisión de parar una semana completa.

Me aburría y me dediqué a leer cuantas crónicas de maratonianos de Madríd caían en mis manos, me hacía gracia leer auténticas historias épicas, de dolor, sacrificio y superación, me emocionaba a la vez que me sorprendía, y como no, en la semana antes de la maratón todo eran dudas, la duda de ser capaz de volver a correr una maratón 8 años después era un gran nubarrón.

Sin embargo la experiencia de esos 7 años oyendo a mis compis, como lloraban y se quejaban durante la semana previa, ... es que no he entrenado suficiente ... es que me duele mucho el lóbulo de la oreja derecha ... es que no he podido hacer la tirada larga a ritmo ... es que acabo de salir de un costipado....  es que creo que se me clava la uña del meñique ... me hacían tener la certeza de que algo iba por buen camino, porque esas mismas ganas de quejarme tenía yo.

El maestro Muñoz me preguntó, ¿pero tú eres de los que sabe sufrir? Mi respuesta fue un simple encogimiento de hombros.

Decidí no quejarme, y creo yo que por una mezcla de tanto leer y tanto escuchar, el sábado pasó algo. El sábado descubrí cómo quería correr la maratón, bueno realmente lo re-descubrí ya que cuando me apunté a la maratón allá por septiembre mi ilusión era correr una maratón sin sufrir, sin dolor, sin que fuera épica. Y ahí estaba yo 7 meses después decidiendo que no iba a sufrir, que mi objetivo iba a ser disfrutar.

Por esa razón, os aviso de antemano: Si creéis que vais a leer una crónica de cómo correr el maratón de Madrid correctamente, de cómo marcar los ritmos o de cómo hay que apretar los dientes y sufrir como un bendito para acabar la terrible subida del maratón desde casa de campo hasta el Retiro, dejar de leer ya mismo. Aquí no vais a encontrar esas respuestas.

Cuando uno decide disfrutar, cuando uno decide que el sufrimiento, el dolor, la incertidumbre, o la agonía no forma parte de su maratón, las cosas vienen rodadas, así me pasó, dormí como un niño, desayuné dos veces como marcan los cánones, vacié bodegas sin problemas, me acicalé, cogí el coche, y con mis pantaloncitos cortos y mi camisetita corta me puse a pasear por el Retiro a las 7:30 de la mañana con 9 grados de temperatura buscando el lugar de concentración. Mi cuerpo estaba helado, pero yo no tenía frío, ni un escalofrío recorrió mi cuerpo durante esa media hora.

Era hora del café, de las últimos lloros que tenía que escuchar y del último vente con nosotros Cano, corre con nosotros la maratón. Esta decisión de disfrutar, esta decisión de no sufrir no sé por qué pero implicaba que fuera sólo, yo conmigo mismo. Sin duda, fue otro acierto.

Levanta la cabeza, mira hacia adelante, disfruta, pero sobre todo, sobre todo sonríe. No sabéis lo feliz que puede ser uno cuando decide ser feliz, subiendo Castellana rodeado de miles de corredores, sin apenas animación, sin ningún coche, todo Madrid para uno sólo, que más puedo pedir? bueno por pedir me gustaría que llegara la cuesta abajo, pues dicho y hecho miro el reloj, llevo la media que quería y ya estoy en cuesta abajo, desde aquí hasta el km 32 esto va a ser un paseo.

Bajo por Bravo Murillo, voy volando, las merrel llevan alas y me hacen disfrutar de una de las calles que más recuerdos me traen de Madrid, aterrizo en Cuatro Caminos rodeado por una multitud que me lleva en volandas y enfilo Raimundo Fernandez Villaverde, pasar por el puente sobre la castellana me hace sentirme casi como un maratoniano en Nueva York, no cabe un alfiler, la alegría se nota en el ambiente.



Entramos en el barrio de Salamanca por Francisco Silvela, donde una ambulancia nos recuerda que por muchas ganas que tengamos, un maratón hay que entrenarlo, enfilamos Serrano, la cuesta abajo sigue y toda la calle es para nosotros, desaparecen los corredores de la media y volvemos a cruzar la castellana, llevaré unos 14km, me quedan 28, pero sé que sería capaz de correr otros 50, total lo que hago es disfrutar.

Volvemos a cruzar Castellana, empiezo a notar, a ser consciente de que soy un maratoniano, de que la gente que me rodea son maratonianos, los que quedamos somos conscientes de que esto acaba de empezar. Pienso en llegar a la media con buenas sensaciones, con muy buenas sensaciones, rechazo todas las dudas que vienen a la cabeza, estoy corriendo y estoy disfrutando.

Subo Santa Engracia o no? no me parece una subida, recuerdo que hasta el 32 era bajada, otra vez Bravo Murillo, San Bernardo y nos acercamos a Sol, los que animan se acumulan y sus gritos hacen que se nos pongan los pelos como escarpias, seguimos corriendo, seguimos bajando, seguimos disfrutando.

Salimos de Sol por la calle Mayor y llegamos al Palacio Real primer encuentro con la familia, hemos quedado en la izquierda, necesito un gel y deshacerme de la muñequera que lleva las llaves del coche, veo a Sergio a lo lejos, le hago una seña levantando 1 dedo, y hacemos el cambio, me da un gel y yo le doy la muñequera. De repente le veo corriendo a mi lado, ¿qué tal papi? le sonrio, vete con mamá, voy bien.




Llega la media maratón, miro el crono pero se me olvida que tiempo llevo, soy incapaz de saber si voy en tiempos o no, sólo se que estoy disfrutando. Bajo por el parque del Oeste y voy volando, puente de los franceses y avenida de Valladolid, pienso en mi amigo Belmont, si le viera me diría que soy un escaqueado, lo que haces por no estar con la familia. Llego a Norte y vuelvo a ver a la familia justo antes de entrar en la Casa de Campo, mi Casa de Campo.

Si correr por Madrid para mí es como correr en mi casa, correr por la Casa de Campo es como si lo hiciera por el jardín de mi casa, esto es lo mejor, la pena es que este año han acortado el recorrido, pero es normal, el silencio se apodera del corredor y algunos empiezan a dudar, uno me pregunta, ¿cuando viene la cuesta dura de la casa de campo? No hay cuesta le digo es todo bajada hasta el km 32, y salimos de la Casa de Campo.

Sale el sol y cualquiera diría que empieza a hacer calor, pero yo sólo puedo disfrutar de un maravilloso día de primavera por mi ciudad y el sol en la cara me hace sentirme aún mejor.

Voy paralelo al Manzanares noto un pinchazo en un pezón. "VASELINA" grito a pleno pulmón. A 50 metros delante de mí un patinador baja el ritmo, los corredores se despiertan a mi grito y le piden vaselina, atrás, atrás dice un runner te lo han pedido atrás, me da el bote de 1kg de vaselina y cojo un poco lo suficiente para continuar sin problemas.

El fatídico km 32 llega, los corredores dejan de hablar, alguno anda, cruzando el manzanares uno llora de dolor tumbado sobre el puente mientras intenta estirar el gemelo que se le ha subido a la altura del glúteo. No hay dolor pienso, no puede haber dolor cuando uno viene a disfrutar.

Voy adelantando compañeros que van mirando al suelo, mirad al frente les sugiero mirad arriba, hay que disfrutar y sonreír.

Llego al último lugar donde encontrarme con la familia, les busco y les veo, hay mucha gente y sé que no me ven, levanto las manos, les sonrío, me descubren con la mirada, me beso la mano y se la pongo en la boca a MariPaz, Sergio me anima, mientras Silvia distraída juega con algo. Durante 15 segundos dejo de respirar, se me cierran los pulmones porque la emoción me embarga, el éxtasis se apodera de mí pero necesito oxigeno, tranquilízate pienso, mientras, bajo el ritmo y conscientemente intento recuperar el aliento, una cosa es disfrutar y otra es que por pasártelo tan bien ahora te de un chungo.

Ahora empieza la maratón, ahora si que voy a disfrutar, esto ya está hecho y sólo hay que subir, intento sonreír y creo que lo consigo, la gente comienza a andar y muchos corredores se apuntan para hacer los últimos kilómetros con sus amigos, llego al paseo de las Acacias, pues tampoco es tanta cuesta pienso mientras pasito a pasito llego a la Ronda de Atocha, que poquito queda, no quiero que esto se acabe, que bien me lo estoy pasando, Atocha, Paseo del Prado, Colón y Goya, donde adelanto a una chica con gorra que va andando cabizbaja, le digo No hagas teatro para luego adelantarme al sprint en la meta, me mira con una cara de agradecimiento, comprensión, sufrimiento y heroicidad mientras negando me dice No, si no puedo más. Vaaaamos que solo quedan dos kilómetros, me despido de ella

El final se huele y aunque subimos por Velazquez enseguida llega la cuesta abajo final, sé que bajo el ritmo, pero me detengo buscando a la familia, en teoría habíamos quedado a la entrada del Retiro, y a ser posible me gustaría entrar con mis hijos en la meta, pero no les veo. Entro sólo al Retiro, apesadumbrado sigo buscándoles pero con cada metro que avanzo la esperanza se desvanece, no, otra vez no.

Sergio me dice, Hola Papá como vas?, pero bueno que haces aquí? le respondo, acabo de verte y he venido corriendo. Apoyo mi mano izquierda en su hombro, le digo que necesito que me hable, que me cuente un chiste y que cuando lleguemos a la meta tenemos que levantar las manos, pero sobre todo que tenemos que disfrutar, que hemos venido aquí a disfrutar. Va delante de mí y me hace apretar el ritmo, me lleva en volandas mientras me cuesta un chiste.



Entramos en meta, como no, sonriendo y disfrutando.



Mi hijo Sergio está preocupado, ha visto demasiada gente sufriendo hoy, me dan algo de comida y engullo dos platanos y una barrita, Sergio me mira y me pregunta, ¿Estás bien?

Sergio te lo he dicho miles de veces: En la vida la felicidad es una elección.