martes, 16 de septiembre de 2014

Madrid - Navamorcuende en mtb

Despertarse antes del amanecer, vestirse y pensar que sales de casa justo cuando el sol empieza a asomar por el horizonte que no puedes ver porque vives en una metrópoli, empezar a pedalear y salir del asfalto para llegar al primer parque y sorprenderte de ver cientos de conejos que huyen ante la sorpresa de un loco más madrugador de lo normal, imaginar que el track que has hecho te lleva al lugar donde has quedado con el único valiente que ha querido acompañarte, esperar y ver llegar a tu amigo, a partir de hoy uno más de la lista, continuar por Alcorcón y Móstoles cruzando dichas ciudades con plato grande por las vías principales por la prisa de encontrar el camino que te hace ir algo tranquilo, llanear, subir y bajar sin más dificultad que la del temor a no ser capaz de llegar a esos 120km, ver como los kilómetros pasan recorriendo tu provincia y sorprenderte de lo bien cuidado de los caminos, de las fincas bien ordenadas y limpias, pasar pueblos que sólo has visto en carteles de carreteras mientras paras para estirar un poco y tomarte algún gel, huir del pueblo plagado de tráfico y refugiarte en una ascensión por una carretera asfaltada que acaba en un pantano que parece casi abandonado para hacerse una foto.


Empezar a disfrutar del camino junto al agua, mientras ves otros locos nadando con neopreno o navegando en canoa y lo único que sientes es envidia de no detenerte y ponerte a hacer lo mismo y al despistarte una subida técnica te hace echar pie a tierra y la ruta se pierde en la rotonda asfaltada, retomar la pista y recordar que nunca estás sólo sino que la compañía del ciclista desconocido te vuelve a meter en la discusión entre el tamaño óptimo del radio de las ruedas y el número de amortiguadores que debe llevar una bici, parar y tomarte algo mientras el olor a humedad te recuerda que a pesar de estar avanzado Julio el pronóstico decía que la lluvia iba a caer, comprobar como la ciencia avanza y la lluvia convertida en tormenta de verano te cala hasta los huesos mientras asciendes la única cuesta desconocida de la ruta y llegar al pueblo donde acaba Madrid mientras sutilmente rozas el puerto real, entrar en Ávila sabiendo que hambre no pasarás y encontrar un asador donde yantar y recuperar los hidratos necesarios para generar el glucógeno que te permitirá acabar, continuar sabiendo que lo que queda puede ser duro pero es conocido y acabar con una estupenda charla dialéctica llena de sentimiento y razón, mientras con todo lo que te permite la bici subes hasta tu maravilloso pueblo para degustar la cerveza de la victoria.

Soñar dormido, soñar despierto, cumplir un sueño.